domingo, 29 de julio de 2012

porque son las ocho de la mañana, estoy comiendo empanadas frias y creo que quiero quedarme dormida con vos al ladito mío

martes, 24 de julio de 2012

La risa del gato


Fijate que el frío de la noche empezó a gustarle a mis párpados; las luces amarillas, la petaca de whisky en el bolsillo del saco, los fasos en el borde de los labios, y el paso rápido como "yendo a la casa de mi abuela a comer tortas fritas cuando llueve".
De tanto andar caminando, entre el pasto congelado, encontré un gato blanco (blanco para no hacer contraste) con los ojos negros como luces de neón. En realidad (con ésta palabra quiero demostrar que antes estaba mintiendo), él me encontró a mi.
[No voy a hablar de la forma en que nos acercamos sigilosamente -ambos como putas-, esa ya es otra historia].
Pálidos y fríos, éramos la muerte de todos los crepúsculos; lejos del miedo, nos adentrábamos indagando entre los árboles buscando algún buen puente donde dormir y suspender el himno de los grillos.
Siete veces fue mi sombra, dibujando de maullidos el color de la luna que nos enfermaba con la fiebre de su risa burlona; pero... tú sabes, como siempre pasa con los gatos...

  • -puteá, mi amor, putea.
  • con gritos viscerales-

jueves, 19 de julio de 2012

¡Ojo! Somos seres solos.

Elena Anele, iba todas las mañanas al kiosko a comprar un paquete de cigarrillos, -los más baratos, por favor- y un chocolate blanco, de esos chiquitos con figuritas. Yo la escuchaba desde mi puerta cuando me sentaba a fumar antes del desayuno, y esperaba que lleguen los primeros rayos del sol a mis pies; siempre a las 8:36, llegaba con su pasito robot, en sus uñas una pintura roja sangre y los zapatos de cuero negro desataban altamente sus medias anaranjadas, la nariz roja como su bufanda y algo de lagañas en los ojos. Elena era muy blanca, y tan vieja que no miraba a nadie.
Yo, por ese tiempo, siempre tenía frío, los guantes se me llenaban de olor a humo, y los hombres me decían que dormían tranquilos en el olor de mi cuello.
Imaginaba siempre que Elena fumaría su último cigarrillo conmigo, pero la noche que  me senté junto a ella en el café, sólo pude decirle que estaba obsesionada con los nombres capicúa.

lunes, 9 de julio de 2012

Los no amantes del triángulo otoñal

Día 1. (él):
-Tengo que decírtelo. Me gustás mucho.
-(no puedo responder, estoy borracha y no funciona ya mi lengua, pero no imaginás cuánto me gusta cuando te sonreís así)
-¿No me vas a responder nada?
-No puedo.

Día fin. (ella): Un  viaje más escalofriante que la noche y por último, fumar escuchando los instrumentos de viento, temblando de miedo a que te conviertas en Otto, y yo no tener más remedio que ser Ana.

Porque así es como viven las Ana y los Otto, yéndose a buscar no sé que cosa, estirando la linea elástica jugando a que se corta. Como cuando tu pelo era rubio y yo me quedaba dormida mirando tus fotos un poco en tu colchón, y otro poco en el mío.

(el resto  lo guardo en un papelito que robamos del bar. 

E T E R N I Z A R (te).